Biarritz es conocida en todo el mundo pero era, hasta el siglo XVII, sólo un pequeño puerto de pescadores de ballenas. Su ensenada protegida del oleaje y sus playas con una ligera pendiente facilitan la caza de estos grandes mamíferos. Cuando las ballenas comenzaron a ser raras en el Golfo de Vizcaya, los marineros vascos se expatriaron o se convirtieron en corsarios como Michel le basque o Junqua Bayona. El escudo de armas de la ciudad muestra ese pasado a través de la representación de marineros que persiguen una ballena.
La notoriedad de la localidad comienza en el siglo XIX con la moda de los baños de mar. La emperatriz Eugenia de Montijo desempeñó un papel importante en el desarrollo de ese prestigio. Cuando era niña, venía Biarritz de vacaciones y después de su matrimonio mostró a Napoleón III esta localidad de vacaciones. Este último hizo construir para ella una hermosa residencia, la Villa Eugenia, transformó la ciudad realizando obras importantes (túnel, dique del puerto, etc.) y acogió a todas las cabezas coronadas de Europa.